miércoles, 14 de noviembre de 2012

Conoce Almogía


Almogía
Hola!
Almogía es un pueblo malagueño que es conocido especialmente por ser la cuna de los verdiales. Pero no todo el mundo ha estado en él a pesar de que sólo lo separan 40 kms de Málaga.
Yo lo conocí este pasado sábado, y la verdad es que tanto la estructura del pueblo, como su situación, y sobre todo el carácter afable de su gente me sorprendió gratamente.
Mosaico en el casco urbano del pueblo
Merece una estudiada visita para conocerlo con detalle, eso si, bajo la atenta mirada de sus habitantes a los que no se les escapa un par de visitantes captando con sus cámaras fotográficas cada rincón de sus calles, y a los que no dudan en ilustrarlos con la historia de lo que están viendo. Es de esos pueblos que se podría definir como auténtico, aun no ha llegado a él la euforia turística, todo lo que vemos se corresponde  a la evolución lógica de un pueblo que ha sabido desarrollarse por sus propios medios y ha sabido mantener su carácter.
Una de las calles de Almogía, junto al ayuntamiento
Pero si Almogía nos atrapó con su encanto singular, lo que nos encontramos después no se queda atrás. Aprovechando la escapada a este pueblo decidimos visitar a unos amigos que pasan los fines de semana en una casa en una pedanía o barriada de esta localidad, a varios kilómetros del centro urbano.
Tras dejar las calles del pueblo camino de Villanueva de la Concepción nos adentramos en inmensos campos ondulados y carreteras secundarias o terciarias que en las guías aparecen de color rojo. Después de cruzar unos prados verdes y solitarios  nos encontramos con un núcleo de viviendas en mitad de la nada, dejamos el coche a unos metros de las casas y nos adentramos en ese minúsculo reducto en el que nos encontramos a nuestros amigos. Las casas encaladas mantienen en gran medida la estructura de vivienda rural aunque en algunos casos los muros de piedra de un metro de grosor han sido sustituidos por pared de ladrillo.
Entre Almogía y Villanueva de la Concepción
Por ese núcleo pasa un pequeño arroyo que ahora, debido a la falta de lluvia va seco. Pero la tierra es buena, y el agua llega sin dificultad para el riego y consumo humano y animal. Apenas hay cobertura de móviles según con que compañía, hay que subir a una determinada colina para poder pillar algo.
La mayoría de la gente que vive allí lo hace desde siempre, sobre todo personas mayores que comparten vida cotidiana con los que han tomado la iniciativa de instalarse allí recientemente, aunque sea solo por fines de semana. Apenas puede haber más de 15 casas, y en todo el rato que estuvimos vimos a unas 10 personas .
Todos conforman una red social en la que comparten todo lo que pueden, cada uno tiene su facultad especial, unos pueden realizar pan, otros se encargan de la matanza, otros de los cultivos, otros saben de albañilería…
En algún lugar...
Hay  una plaza que no puede ser más grande que una casa de 100 metros cuadrados, en donde cada año se celebra la feria, y en donde acuden pandas de verdiales cuando toca. Hay un bar regentado por Cristóbal, una pequeña barra en una de las casas en el que se reúnen sobre todo los hombres a jugar las cartas y beber unos vinitos mientras las mujeres charlan de sus cosas en las puertas des sus casas. A una de estas mujeres la conocimos, Antoñita tiene poco mas de 70 años, un color en su cara y una sonrisa que te atrapa, da gusto charlar con ella,  y junto a Cristobal hacen un pan riquísimo en su horno casero para los vecinos y algún visitante con suerte, como nosotros. No dudaron un segundo en regalarnos uno de sus panes y unos vasos de vino en el bar. Nos enseñaron el horno donde cuecen el pan y allí nos hicimos fotos.
Antoñita junto a su horno para el pan, y su sonrisa.
Cristóbal 
Después de un par horas nos marchamos para seguir nuestra ruta con la sensación de haber conocido algo auténtico y sincero.
Y os preguntaréis, donde está exactamente ese lugar y como se llama. Dejémoslo así como está …
Vivimos en una sociedad marcada por las redes sociales, facebook, twitter, google + y parece que todos nos conocemos y que el mundo real está ahí, pero cuando conoces un lugar como el que os relato, te das cuenta de que todo es mentira, todo es tan falsete como esos nombres raros y anglosajones que les ponen ahora a cosas que llevamos haciendo toda la vida, pero que le vamos a hacer, es lo que toca.
Lo peor, vemos a niños de 12 años agachados mirando su blackberry mientras el mundo se desarrolla a su alrededor. La realidad en ese contexto se marca a golpe de almohadillaarrobas, botones “Me gusta” ofollowers , como si todo fuera tan sencillo como eso.
En fin… aquí me tenéis posando y haciendo el paripé en el horno
Y ahora, por favor, no te olvides compartir este post en facebook, twitter o donde se te ocurra!!!
Fuente: Luis G. Marin

2 comentarios: